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Las tazas de mamá

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Sueño-divago-transito en la utopía de Morfeo, donde cruzas el umbral con la caja de regalo en tus manos, rozamos las narices y estrujas mis mejillas hasta dejarlas cual kalina. Nos desternillaríamos hasta que las costillas dolieran y la tarta sabría a devoción,               ¡Es más deliciosa                   que el estofado de yaya! Hay un jolgorio en casa.   ¡BAM! ¡BAM! ¡BAM! Los azotes de la abuela en la puerta me despabilan, y yo,          ya no recuerdo tu rostro            o  tu voz tarareando villancicos. La casa ha enmudecido.   Hoy es otra navidad, tan siberiana en el trópico de este puerto en mi corazón. Madre, las tazas no son mis favoritas, y siempre traías una  cada año en mi primer década.   Ahora se visten de polvo en la alacena de la sala, así como el tiempo vela tus reminiscencias de mi cerebro divergente, ellas me olvidarán.  

El régimen de un virus

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En cuanto cruzó el umbral, las fronteras se desmoronaron, atacó y se diseminó como peste.   Este bicho con complejo de rey sentencia a los inermes, mientras continua su perversa procesión.   Para los numerosos caídos, la fosa o el horno se echa en suerte pecuniaria.   Bajo esta opresión latente, el hálito se fuga en ojos de incrédulos.   El sustento metálico se evapora en las manos, la ansiedad florece en las entrañas.   Diez cadáveres apilados llenarán el paraje matutino del hospital colapsado.   Ay, de los guerreros que visten armadura nívea bajo riesgo imprevisible.   El confinamiento imperativo corroe el cuerpo, devora lentamente la cordura.   Hay incautos que desafían la muerte, como si un gato,   les fuese a dar una de sus vidas.   Y aquí, como viajero en “La perla del Pacífico”, el virus se pasea a sus anchas.

La caída de Vasant

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En las manos escabrosas se rompió la azucena, afluentes de grana que salpican las yemas, escurren al dorso mientras las hojas llueven. Vasant, tu torso se quiebra con el abrazo glaciar y la voz se marchita pues nadie oyó al río que te anegó aquel equinoccio. Ahora duermes entre murmullos de jade que se estrellan ante la nada de la hojarasca ámbar sobre la tumba inhóspita.

Khalid

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Llegas como la tempestad batiendo plumas de terracota, tus chillidos se estrellan en la puerta contigua. ¡Ese endemoniado pajarraco!, me quejo ante tu perseverancia que irrumpe la siesta del cenit efímero. Pero el oro que portas petrifica por su finura, callas ante mi presencia tras el ventanal enrejado. Nos analizamos, tú como un predador, lleno de curiosidad pueril que viene con la ventisca. Nos analizamos, te observo con la apatía del encierro imperativo por la supervivencia. La matriarca aporrea la madera, exigiendo mi salida del caparazón y sus gritos te exaltan, ¡Khalid, suficiente! gorjeas furibundo. La rutina discurre entre estas paredes legadas, comer observando titanes de agua evaporada con el eco de vecinos discutiendo por trastes sucios. Las horas son volátiles en el calor porteño, la brisa crepuscular revuelve tu plumaje. Permaneces en la cornisa velando mi prisión anaranjada, bajo tus garras, imagino la memoria errante de casi

Munshee

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III Escriba de los astros  cautiva  /  amedrentada traicionada  / ultrajada ornamentada en un velo de argento. Moras en un limbo con la flecha del forastero enclavada en la psique. En tu melena no se esparció el sindoor bermejo, y los ancestros jamás dieron un zaghrouta. Cuando el guiri se marchó un shofar te ensordeció, en el otoño de Pritiví sucumbió el fulgor  de tu mirada caqui. Kathyayini devasta, devasta  las láminas de marfil a través de la tinta que fluye en tu péndola. Las añejas, añejas memorias no temen renacer como nuevas lunas en la danza de las tinieblas. Prosigues en tu labor mientras el germen del pasado te devora quedamente. En las horas previas a la aurora imploras-invocas-clamas  con vehemencia sosiego en los glifos de pigmento ébano que sorben  tu existencia tu ímpetu mientas la diya expira renaces como Durga. 1era parte:  https://vastagosdeloceano.blogspot.com/2020/

Munshee

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II John origen-raíz-fuente atezada reposas impasible entre las lagunas de la mente enfundado en la túnica del olvido, haces brotar lágrimas de lava cuando el shofar resuena presagiando tu presencia. En tu mirada enstatita coloreada por el hierro, no hay vestigios de viveza. Gobiernas el páramo como un león persa, a cada paso te fusionas  con los latidos del dayan. Las tormentas de arena levitan hasta escocer la vista y como el humo del narguile, te diluyes en los gránulos esperando el siguiente retumbar del cuerno. 1era parte:  https://vastagosdeloceano.blogspot.com/2020/05/munshee.html

Munshee

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I Cuando el velo de la oscuridad cubre el ultimo haz  de ámbar en Agra, me extravío en la tinta  que surca mi espíritu. Ya no hay un loree que apacigüe los clamores que desgarran las añejas, añejas cicatrices. Me entrego al folio marfileño, empuño la péndola  gastada en reminiscencias de aquellos años que intento ahuyentar. Asento en él, con caladas a la pipa de amargo tabaco turco, vestigios del ser en decadencia agraviado por felonías del yugal. Mientras titila mi diya  eres un espectro de tinte abstracto y voluble  arraigado bajo la claraboya. 2da parte:   https://vastagosdeloceano.blogspot.com/2020/05/munshee_17.html 3era parte:   https://vastagosdeloceano.blogspot.com/2020/05/munshee_77.html

Mate

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Navego en un océano sideral, el viento estelar me precede como un heraldo leal de murmullo impetuoso. Nativo de Ofiuco, mi estela cónyuge me arrojó a la deriva. Con vehemencia, mi ser fluyó hacia el ecuador, en el debacle del orbe que era nuestro enlace. El fulgor etéreo al son del estruendo da paso a los nimbos de zafiro y ceniza. Mi aliento se fragmenta hacia el mar de ónix, con el ocaso de Eros en mi coraza, retoño espectral en las exequias  de Han , el arcaico.  Los ancestros repudian mi contextura mate, la tez de espectro cerúleo bajo el velo granate; capas caldeadas por polvo térreo ornamentan mi indumentaria. Ellos ensalzan a sus herederos, los cubren en alhajas y laureles ¡ Rasalhague , el radiante! ¡ Sabik , el magnífico! Con la investidura colateral,  los ancianos vociferaron ¡ Zeta Ophiuchi , el fugitivo! Y el estigma se cernió  en el índigo de mis sienes  como un halo. Yacen atávicos y serenos al

Estigmas

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Frente al espejo contemplas el cadáver que habitas, vendas de argento fundido arrebujan la tez desvaída. Tus manos surcan dócilmente las estrías rosáceas del vientre donde el polvo estelar anidó prematuramente. El jade en la mirada se ha ensombrecido en la niebla líquida que devora el fulgor. Brotan ápices carmesí del núcleo hacia la raíz de las cicatrices hendidas, por murmullos del duelo. Tiras de la melena ébano, rasgas las cuerdas vocales con rugidos de la tribulación. Repudias la materia quebradiza que no amparó la semilla, que no dará frutos y se marchita mientras te consume frente al espejo. Jesse Casanova

Ruleta

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Despertar en blanco con la procesión de las estaciones en el lecho muerto, acobijada en la euforia de las mariposas imaginarias. Más no canta el petirrojo y tu fantasma revive a cada paso bajo los rayos de trigo en Nergal. Sólo duermes cuando las lagunas de la mente desbordan buscando camino en la lluvia de mis ojos. Yo caigo en la kolyskova, yo asciendo en la aurora boreal de Morfeo mientras te diluyes en el baúl del espíritu hasta la alborada de la coraza en ruinas. Jesse Casanova

Dos Judas

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Unum Bajo el decrépito sauce entierro tus reminiscencias mientras el ave de mal agüero siembra pavor en tus dominios. Los clérigos del embarcadero no consagrarán tus restos mi compañero pérfido, no evocarás el indulto. En la copa, chilla el mirlo consolando la aflicción que estremece las grietas de mi núcleo maltrecho. Un impostor viste tu rostro ¡ querido !, apenas te reconocí cuando trajiste un raudal de tulipanes al réquiem. El duelo se dispersa con paladas amarronadas y diestras que custodiarán el lecho hasta tu soplo último. Entonces las garras del limbo vil dictarán su juicio, cobrarán la represalia. Las tinieblas borrarán cada ápice de cordura, devorarán tu materia astillarán tu armadura. ¡Zhenya! ¡Piedad! MISERICORDIA, DIOS MÍO. Aullas al dolor que te infligen todas tus caídas en vida. Te desposarás con el polvo junto a tus memorias, junto a tu esposa, envenenada en felonías por la artimaña

Escisión

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Escisión Todas sus palabras fueron como la explosión de una supernova. Lentamente, las tinieblas engulleron hasta el último pétalo. Los recuerdos en ruinas retornan al polvo cósmico, mientras mi alma vaga en orión. La quietud de sus labios era como la hiedra venenosa oculta en la madreselva que nos unía en el vergel. El edén se marchita mientras un vendaval aúlla en la distancia. Si algún día la estela renace, es porque los capullos han brotado. Jesse Casanova Texto publicado en la antología digital Red de Letras 2019 " Urdimbre " Apartado no.  III. Poesía , página 83. https://es.calameo.com/read/0023830419a41ece25917

Calendula requiem

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Calendula   requiem Jesse Casanova Personajes: Ishtar Medvedeva Haru Agatha Schwarzenegger Leónidas Medvédev Júpiter Montenegro Irina Romanova Doctor. Escena I Habitación desordenada. Otoño. Amanecer. Ishtar duerme bajo un nido de sábanas. Leónidas llama a la puerta repetidamente. Al no obtener respuesta, golpea con mayor fuerza. La madera cruje e Ishtar finalmente abre los ojos. Sale del nido y abre la puerta. Leónidas: Ya era hora. Ishtar: No voy a salir y no tengo hambre. Leónidas: Tienes que ir a la escuela. Ishtar: No. Leónidas: Irina ha llamado, pregunta por ti. Silencio No olvides tomar tus pastillas, me voy a trabajar. El ama de llaves vendrá a las 9. Trabajaré hasta tarde, y por favor, come algo. Leónidas se marcha. Haru: ¿Se ha ido? Ishtar: Sí. Haru: Debería descansar, luce exhausto. ¿Para qué habrá llamado Irina? Ishtar: Lo de siempre, no importa ya. Haru: No te quites el vendaje, puedes reabrir la herida. Ishtar: Sólo es comezón. Haru: Eloi

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Las historias anteriormente publicadas se están corrigiendo y editando.