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Dos Judas
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Unum
Bajo el
decrépito sauce
entierro
tus reminiscencias
mientras
el ave de mal agüero
siembra
pavor en tus dominios.
Los
clérigos del embarcadero
no
consagrarán tus restos
mi
compañero pérfido,
no
evocarás el indulto.
En la
copa, chilla el mirlo
consolando
la aflicción
que
estremece las grietas
de mi
núcleo maltrecho.
Un
impostor viste tu rostro
¡querido!, apenas
te reconocí
cuando
trajiste un raudal
de
tulipanes al réquiem.
El duelo
se dispersa con paladas
amarronadas
y diestras
que
custodiarán el lecho
hasta tu
soplo último.
Entonces
las garras
del limbo
vil
dictarán
su juicio,
cobrarán
la represalia.
Las
tinieblas borrarán
cada
ápice de cordura,
devorarán
tu materia
astillarán
tu armadura.
¡Zhenya!
¡Piedad!
MISERICORDIA,
DIOS MÍO.
Aullas al
dolor que te infligen
todas tus
caídas en vida.
Te
desposarás con el polvo
junto a
tus memorias,
junto a
tu esposa, envenenada
en
felonías por la artimaña.
Infinitamente
yacerá
un
matrimonio no consumado
en la
sepultura de mármol
bajo el
añejo sauce.
Duo
Ella, la amante
Ella, la
cómplice
clama
absolución
¡Infame!
¡Indigna!
Hurtaste
la esencia
al amado
consorte
en un
ardid fraguado
bajo las
camelias del ocaso.
Las
deidades te desdeñarán
ropajes
andrajosos y fajados
en el
desfile al patíbulo
serán tu
ajuar funerario.
Al
mediodía, el verdugo
aguarda
implacable sobre
el pulcro
cadalso
aguzando
su alabarda.
El
empedrado transitas
la
multitud te injuria
trenzas
gruesas de hierro
tiran de
tus grilletes.
Suenan
redobles simultáneos
la garúa
empapa tus facciones
pides una
última voluntad
la corte
estalla en cuchicheos.
Sus
majestades contemplan
a la
asesina de la princesa,
el furor
de un león
se
refleja en sus expresiones.
Una
insulsa mucama
el origen
de la desgracia
que
devastó al reino
por
codiciar la corona.
Niegan,
niegan firmemente
¡Guillotinadle!
¡Guillotinadle!
¡Guillotinadle!
El acero
cae súbitamente
la cabeza
es tajada
y la moza
sin nombre
vuelve al
cuchitril en una mortaja.
Jesse Casanova
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Munshee
I Cuando el velo de la oscuridad cubre el ultimo haz de ámbar en Agra, me extravío en la tinta que surca mi espíritu. Ya no hay un loree que apacigüe los clamores que desgarran las añejas, añejas cicatrices. Me entrego al folio marfileño, empuño la péndola gastada en reminiscencias de aquellos años que intento ahuyentar. Asento en él, con caladas a la pipa de amargo tabaco turco, vestigios del ser en decadencia agraviado por felonías del yugal. Mientras titila mi diya eres un espectro de tinte abstracto y voluble arraigado bajo la claraboya. 2da parte: https://vastagosdeloceano.blogspot.com/2020/05/munshee_17.html 3era parte: https://vastagosdeloceano.blogspot.com/2020/05/munshee_77.html
Vástagos
Nos dejan en otro nido mientras el cascarón aún permanece intacto, eclosionamos prematuramente y, crecemos bajo otro seno. A veces, florecemos en una maceta, nuestra esencia se deforma como una enredadera. Ellos pretenden arreglarla atándonos en astas que dictan, cortan y moldean cual jardinero, eres ortiga o gardenia eres un cisne o un urutaú. Con el paso de las eras, te arrojan del nido, deambulas aturdido en busca de aquello que te falta. No hay una madreselva que guíe en el sendero, las brújulas y mapas no los reconocen. Las estelas observan impasibles cómo los faroles se extinguen al paso inestable y nómada de los vástagos del cuco. Así bautizan a los polluelos, que crecieron bajo otro plumaje, cuál monte en el parterre anhelando ser una flor. Jesse Casanova
Il volo della guerra
Digamos que sos el heredero, por ocho años moras en la paz de Midas y entonces llueve el aliento del dragón. La piel humana se quiebra en escamas con el rugido de la manada materna en los cielos de aljófar teñidos en grana. Del tiempo de los dioses ancestrales, te heredaron la condena de cupido, el talón de Aquiles para la tribu Drago. Vagaste un lustro debatiendo la etiqueta y el noblesse oblige que dictaba la casa real paterna. Negaste tu raíz, negaste la sangre hirviendo en la venda adolescente sobre los ojos de miel fusionada en la pupila felina. Y ahí estaba él, con su red de tungsteno. Era el cazador que otro lustro te robó, enredándote en supuesto ágape y mil blasfemias más. Caes. Decidle a ese amor ingrato, que la lanza erró el peto mas el volcán te acogió. No hay remembranza precisa acerca de esos tiempos en niebla, sólo células consumiéndose. Vestir la roca disuelta como seda
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