Liberación en el muelle de carrizos
Con el naranja de las hojas,
el muelle de carrizos
estalló en flamas escarlatas,
hay sangre en tus labios
y una espada incrustada en el torso.
Húān, el general,
Húān, tu prometido,
arrancó sin finura tu núcleo,
sobre la bruma fantasma en el Pacífico sur
te soltó al abismo como una piedra.
Con las lágrimas al revés,
y la alevosía latente en tus ojos
te dejaste abrazar por el resentimiento
para fenecer en esa sima.
Las olas y truenos permanecieron
en brama durante tres ciclos al sol,
sobre la costa afloró el samsara
y las cenizas del refugio retornaron
al principio de la ausencia.
El reino mortal es tan ausente
en estos túmulos funerarios
de profundo añil,
donde las umbrías son el soberano
y tú, su huésped predilecta.
Duermes
porque aún observando en los bordes,
los eventos de gaia
parecen un reflejo enrevesado y fugitivo
a tus pies encadenados en este despeñadero.
Duermes
porque eres un cascarón humano,
condenado al valle de azul sin horizonte ,
te adornan las algas
y tu piel se cubre de conchas.
Oras a
Guanyin
y cuestionas al océano si,
más allá de las cumbres y a través de los ríos,
¿Todavía alguien esperaría,
en el muelle de carrizos?
En los delirios, vuelves,
numerosas veces,
a añorar las caricias sin mentiras,
los besos con devoción genuina,
el calor corpóreo de su sonrisa
y las palabras sin filo.
Aunque la melancolía te ahogue
y las heridas te escosan hasta la médula,
no mires atrás doncella,
porque la senda de retorno
es demasiado larga.
Gradualmente, el resquemor
es tinta en tus manos,
como un cachorro ansioso
que busca mimos,
lo moldeas como arcilla.
Bajo la luz del sol borracho,
Húān vive su amorío,
ajeno a la alteración de las aguas
que anuncian la liberación
de la joven injuriada.
El puerto calla, cuando emerges
a la playa en la estación de lluvia,
la vida de siete regiones se pausa,
en tus manos hay una espada de ébano
forjada a partir del resentimiento.
Su filo apunta a un viejo amor,
se han reencontrado en la arena,
esta reunión y despedida
en esta vida parece una ilusión
a tus ojos escépticos.
La fría hoja de tinta
tiembla entre la furia y el indulto,
le aterra el océano que habita en tu visión,
le aterra que tu camino se cruce
con su aliento efímero.
Renuncias,
“que Guanyin
se apiade
de tu caída
en la alevosía”
renuncias,
“tres años
serán granos de arroz para tí,
pero toda la
mortalidad para él”,
asciendes como un cisne libre
en el muelle de carrizos.
Todas las estrellas
en el sereno de la decadencia,
florecen en tu senda,
la tinta habla en los pergaminos
sobre amores y tragedias.
Todas las estrellas
en el rocío de la alborada
celebran tu dimisión
a continuar el ciclo del tormento
en que te abandonó el judas.
Aquellas heladas profundidades
ha templado tu alma
con una firmeza inquebrantable,
ahora eres tu propio sol y luna
en la bóveda celeste.
Comentarios
Publicar un comentario