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Vástagos

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Nos dejan en otro nido mientras el cascarón aún permanece intacto, eclosionamos prematuramente y, crecemos bajo otro seno. A veces, florecemos en una maceta, nuestra esencia se deforma como una enredadera. Ellos pretenden arreglarla atándonos en astas que dictan, cortan y moldean cual jardinero, eres ortiga o gardenia eres un cisne o un urutaú. Con el paso de las eras, te arrojan del nido, deambulas aturdido en busca de aquello que te falta. No hay una madreselva que guíe en el sendero, las brújulas y mapas no los reconocen. Las estelas observan impasibles cómo los faroles se extinguen al paso inestable y nómada de los vástagos del cuco. Así bautizan a los polluelos, que crecieron bajo otro plumaje, cuál monte en el parterre anhelando ser una flor. Jesse Casanova

Il volo della guerra

  Digamos que sos el heredero, por ocho años moras en la paz de Midas y entonces llueve el aliento del dragón.   La piel humana se quiebra en escamas con el rugido de la manada materna en los cielos de aljófar teñidos en grana.   Del tiempo de los dioses ancestrales, te heredaron la condena de cupido, el talón de Aquiles para la tribu Drago.   Vagaste un lustro debatiendo la etiqueta y el noblesse oblige que dictaba la casa real paterna.   Negaste tu raíz, negaste la sangre hirviendo en la venda adolescente sobre los ojos  de miel fusionada en la pupila felina.   Y ahí estaba él,  con su red de tungsteno.   Era el cazador que otro lustro te robó, enredándote en supuesto ágape y mil blasfemias más.   Caes.   Decidle a ese amor ingrato, que la lanza erró el peto mas el volcán te acogió.   No hay remembranza precisa acerca de esos tiempos en niebla, sólo células consumiéndose.   Vestir la roca disuelta como  seda

Aria para Consuelo

El sol va a su letargo, elevo mis ojos al cuadro de argento donde persistes sublime con la sonrisa arqueada, la melena ondulada en bermellón, los ojos de un citrino mate. Yaces en la pared  frente al escritorio de guayacán, te contemplo a ratos mientras las teclas repiquetean con cadencia bajo mis dedos. Afuera ya se han marchado a sus lechos afables, la luz nívea de la pantalla me recuerda las horas fugaces que han emigrado sin poder conciliar la caída al amparo de Morfeo. Cuando ya no puedo, la llovizna en la mirada y el nudo en el corazón, me sumergen en el sopor que se ha agravado con los años. Nací en el primer solsticio de tus diecinueve años, sólo una década compartimos el abrigo nocturno, sólo una década celebramos cumpleaños y navidad, sólo una década tu regazo fue el almohadón mientras canturreabas una nana.   Hay un una memoria que arponea mi núcleo, y lloro, lloro con clamor; porque no sabía en su momento, que me harías falta en las penurias de la adolescenci

黑蓮花 (Hēi liánhuā) / Loto negro

Nací en el perihelio del Hale-Bopp,  corría la primera estación anual tres abriles antes del segundo milenio. Los Bealtaine se regocijaban  en su nido costanero, una heredera superó el umbral. Sólo la matriarca desconocía la descendencia imprevista, de aquel vástago menor que se fugó por pavor a represalias de ella. Era un pequeño bulto, frágil como los pergaminos de papiro. Once años yendo al sanatorio por complicaciones de prematuros, una condena en los pulmones, una visión con tres distorsiones y ser candidato a la maldición de la progenitora en la sangre. Padre rehízo su camino lejos del litoral y de mí, renunció a la custodia, con otra mujer que nunca me embelesará. Madre marchó al leteo en mi primera década, tengo cinco hermanos de estos dos, mas ninguno es un entero. A lo largo de la traslación de Chronos, la líder vio florecer más nietos, pero siempre cargaré con el título de ser la primogénita en la nueva progenie. ¿Por qué demanda tan arduame

La calamidad floral

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¡Escuchad el rwa-dun! Dianthe viste en grana y oro para la procesión al palacio, una romería arribó a la entronización de la heredera de las amazonas.   ¡Salve a su majestad! Los vítores y bendiciones se elevaron al cosmos, entre el frenesí del alcohol y la danza, el reino floreció.   ¡Era un buen sueño en la rivera! Pero la ambición del califa Anraí se anunció como un huracán, el otoño golpeaba las linternas y la guerra cabalgaba desbocada en el territorio.   ¡La conquista irrumpió en la rosa de los vientos! Celebraba sus proezas en el continente masacrando a toda mujer que rechazara su lecho, esa Flor divina en el lago sería suya aunque tuviese que arrancarla.   ¡Los tambores del califa han llegado! Al paso de los soles, con el fuego perfumando las provincias, las féminas preferían el jauhar a ver su honor consumido por los invasores.   ¡Dianthe enfureció! Como los volcanes al despertar, veintiún mil amazonas descendier