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Anouk y Amira

Durante la guerra se nos fue contada una historia, de un niño palestino de carácter noble y una niña israelí.
Al final de la frontera, a entradas del desierto, más allá del camino una pequeña cabaña se erigía. Una niña perdida, cuya voz nunca había sido escuchada, llegó y llamó a la puerta sin saber que estaba lejos de casa. Cuando el niño abrió la puerta ella sonrió.  Su nombre era Anouk y pronto se dio cuenta que ella no podía hablar. La invito a comer y al terminar le dio una tiza para que escribiera su nombre en una de las paredes. “Amira” fue lo que escribió ella, el niño dijo que era un lindo nombre. La niña escribió preguntando por los padres de él, y dijo que sus padres eran pastores y regresarían al atardecer. Ella siguió escribiendo, sobre su aldea y las personas; y por primera vez el niño aprendió sobre otros lugares.
Al caer la noche los padres del niño llegaron y se sorprendieron de encontrar a la niña ahí. De inmediato la madre del niño la acompaño de regreso a su aldea, pero antes la niña le escribió al niño que vendría de nuevo y se despidió de él. “No puedes” pensó el niño, pero ella se alejó sonriendo.
A entradas del camino la niña espera, si el niño la llama ella irá hacia él, día tras día, pero un día le fue dicho que ellos eran palestinos y los causantes de la guerra, que les habían arrebatado un territorio que les pertenecía legítimamente. Tiempo después a la cabaña del niño llegaron hombres con ojos asustados y aterrorizados hicieron prometer al niño no volver a buscar ni ver nunca más a la niña, y no volver de nuevo a la frontera. Le hicieron juran a costa de su propia vida.
“Donde la frontera termina, a entradas del desierto, aquí me apartaré por el bien de ella” pensó él. Ella lloró pero  la ignoró y prosiguió su regreso a casa. Llora niño de la tierra sin dueño, resiste las decisiones de otros. La niña de Israel, una hermosa azucena, para encontrarse con el niño de Palestina; regresaría una y otra vez a pesar del paso del tiempo. Siempre creyó que algún día escucharía su voz.
-“Oye, detrás de ti, ¿Puedes venir?”
Y por primera vez ella habló:
-…”¡Anouk!”
Nadie sabe que sucedió con ellos, pero su historia es una muestra de que las fronteras son solo líneas imaginarias.

Jessie Ayanami  

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